lunes, 17 de octubre de 2011

El detective sibarita

Cuando uno pensaba que el género policial solamente podía tener como línea argumental al detective, investigación y resultado, aparece la figura del periodista Vizcarra. Crítico gastronómico, obsesionado por la comida y sibarita empedernido, otra vez "El Sapo" se mete en líos "sin comerla ni beberla".
"Quiero comer y quiero saber. Tengo hambre" dice Héctor, A.K.A El Sapo, Vizcarra y uno sabe que se está encontrando frente a algo totalmente nuevo. Un nuevo plato que se agrega a la carta de la literatura nacional. Un plato que reúne por igual lo mejor de dos géneros totalmente, hasta ahora incompatibles, el policial y el astronómico: la cocina y el crimen unidos por el cuerpo generoso de El Sapo y sus inquietudes que se mezclan con cerveza bien fría o vodka, depende de la aventura en la que se ha enfrascado con Dionisio, un linyera que poco tiene de eso aunque tiene mucho de otras cosas. Ambos, el dúo dinámico del Abasto, se mueven entre comidas y muertos, platos que se sirven bien fríos. Como la venganza.

"El fondo de la mente no debe estar muy lejos del estómago" dice El Sapo cuando está tan metido en los actos posteriores a la muerte de "El Rey", voz y líder de "Sus Majestades Incaicas", en "Ceviche".

Federico Levín revela, ya desde allí aunque de a poco, comienza desarrollar la personalidad de Héctor "El Sapo" Vizcarra. Periodista gastronómico, sibarita, conocedor de los mejores restaurantes y cocinero empedernido, ve crecer su panza como su perfil detectivesco. Así se perfila una de las mejores y originales tramas de la literatura vernácula. En "Ceviche" El Sapo come, escribe e intenta averiguar quiénes fueron los responsables de la muerte de "El Rey" y se va encontrando con una fauna de narcos, mujeres tristemente fatales, mafiosos con la camiseta del Alianza Lima y un linyera llamado Dionisio, que tiene ojos en todo el Abasto, y le dice "Manejate con el pasado, que es perfecto y simple".

Si "Ceviche" es el experimento de Levín es indudable que en "Bolsillo de Cerdo ya está definitivamente instalado en la geografía del Abasto acompañado del inseparable Dionisio. Ahora la excusa será ir a comer a un restaurante ruso y a bordo de "caballito", un pequeño vaso de vodka, irán entrando un universo totalmente distinto, que nace y se expande luego que la cortina del local se cierra sobre los presentes.

Dentro y mientras pasan los platos de comida, algo se festeja. Una ceremonia a la que todos los que están sentados en las mesas están invitados. Aunque no sepan por qué y en calidad de qué. Pero no importa porque la comida y la bebida son gratis.

Otra vez El Sapo y Dionisio se meten sin querer, o queriendo aunque sin decirlo, en una trama donde no sobran porque ofician como testigos, aunque no sepan por qué. Las preguntas están allí todo el tiempo y ambos escuchan las historias de Nina, la anciana rusa dueña del lugar, de Andrei el cocinero, Nastasia, Varvara. Ellos escuchan y sacan conclusiones y esperan por sabes cuál es el motivo del festejo que los juntó a todos allí, tras la cortina de un local de comidas en el populoso barrio del Abasto.

Federico Levín vuelve a construir con "Bolsillo de cerdo" una trama tan original y atrapante como en "Ceviche", donde todos son y quieren ser portadores de una venganza hecha a medida. Una venganza que tiene tantos sabores como la ciencia culinaria, tantos matices como la mentira y la verdad, la suerte y la oportunidad. O como dice Nina: "La verdad está ahí. En la oportunidad".

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