domingo, 8 de abril de 2012

Y tu nombre flotando en el adiós

Nouvelle sobre la nostalgia y los modos del recuerdo, "Andrade"(Editorial Entropía 2012) tiene como escenario a una Buenos Aires empedrada, melancólica y con fondo de tango en cada esquina. Una reflexión acerca del dolor, la muerte y la vida.
"Nostalgia de las cosas que han pasado, arena que la vida se llevó, pesadumbre de barrios que han cambiado y amargura del sueño que murió" escribió Homero Manzi en "Sur", en 1948. Mientras se lee "Andrade" no se puede dejar de pensar en las palabras de Manzi; quizás porque ambas, la nouvelle y la canción, hablan de la nostalgia. De lo perdido como un lugar al que no se puede volver y sin embargo sólo nos queda recordar. Así son los días de Lucio Andrade, músico y compositor, aunque desde hace un tiempo se dedica a la compra de libros usados. De la pensión donde vive a la Librería del Sur, donde deberá escuchar las reflexiones sobre el mundo de Villegas, el dueño del lugar. "Lo nuestro es un servicio público. Todos somos empleados. Trabajamos para una legión de ancianos que dispendia su capital en la ilusión del tiempo, en la admiración del arte libresco, una costumbre degenerada; quién lo niega", dice Villegas mientras fuma. Andrade y Galíndez lo miran y luego parten a comprar libros usados. El trabajo no le resulta demasiado atractivo a Lucio, pero mientras se ocupe de algo puede dejar de pensar en un poco en Esther. Tiene "cara de quien vio pasar la alegría" le dice una mujer en una fiesta. Lucio no contesta; para él los días no tienen sentido. Solamente es un hombre que espera poder partir de una ciudad extraña en la que el recuerdo de Esther aún flota. "Nadie es lo que era... además, qué éramos", dice Andrade, atrapado en un mundo que ya no conoce. Un mundo que le quitó el amor de Esther. Un mundo que desprecia. Ahora sólo tiene lo que quedó de ella. El recuerdo de su voz, la primera vez que la vio o el sombrero del que no puede despegarse porque ella se lo regaló. Atrás quedó una casa que tenía su perfume y una vida juntos que quedó trunca. Si no fuese por Beatriz, que le consiguió ese trabajo en la librería, estaría todo el día tirado en la pensión. Y aunque ya nada importe, ahí están las máximas de Villegas, especie de filósofo de la bibliofilia, y las citas de Galíndez, que si bien no pueden rescatarlo de su dolor le acercan una mirada distinta del mundo que lo rodea. Una mirada en la que puede reconocer la ironía del destino, las trampas de la memoria y la finitud de todos los días. Con su segunda novela, Alejandro García Schnetzer consigue una trama que, aun siendo corta, tiene mucho para decir. Reflexiva y melancólica, "Andrade" posee una mirada nostálgica y de tristeza por lo que no está, una nouvelle que bebe de las corrientes del tango y navega por las aguas del viejo Caronte.

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